La Ruta de los Cuatro Tés
La eterna sonrisa de Poti se convirtió de repente en un gesto de incredulidad.
– ¿De nuevo vas jugar a eso?
Maese Crochets trataba de comprender la preocupación de Poti.
– Ya sabes que no es peligroso.
Crochets y el resto de maeses se reunían el último viernes de cada estación para echar una partida de Zauberkraft. Esta tradición se venía repitiendo desde hacía por lo menos quince años. El Zauberkraft era un juego aparentemente inofensivo que mezclaba el arte de la magia con las técnicas del pensamiento racional. Cada jugador debía entrar en una especie de hipnosis en la que sufría una desambiguación de su propio cuerpo, para reducir su esencia a algo similar a una canica y convertirse durante un tiempo determinado en un personaje de ficción. Todo ello era posible gracias al Zauber, un tipo de energía sobrenatural que podía ser controlada mediante el pensamiento científico. En un principio el juego causó un clamor generalizado y fue acogido como un excelente ejercicio para el desarrollo de las capacidades del cerebro. Sin embargo, en los últimos años habían circulado historias que relataban cómo varios aficionados habían perdido el control sobre la magia durante el juego, quedándose atrapados en sus personajes de ficción de manera permanente.
¿Que no era peligroso? Poti no podía creer la inconsciencia de aquellas palabras. Todas las discusiones que surgían entre ella y Crochets empezaban y terminaban por Zauberkraft. Lamentablemente esta nueva disputa no sirvió para que Crochets abandonara sus pequeños placeres y dejara de reunirse con los demás maeses.
La partida transcurrió en un comienzo sin grandes sobresaltos. Cada uno de los jugadores practicó la inicial y típica desambiguación del cuerpo. Se desligaban de él, dejándolo momentáneamente inerte, y empequeñecían su ser para introducirse en una diminuta bola de cristal que circulaba libremente por el tablero de juego. Todo parecía normal, todo igual que siempre, a diferencia de que al final del lance todos los maeses pudieron volver a su cuerpo excepto Crochets.
Algo no había funcionado bien y el Zauber lo había dejado atrapado. Sus compañeros intentaron por todos los medios reanimarlo. Trataron de repetir las jugadas donde pensaban que el Zauber se había desvirtuado y realizaron otras nuevas que pudieran desencadenar en un final menos fatídico, pero nada daba resultado. Crochets continuaba encerrado en la pequeña esfera y su cuerpo permanecía inanimado. Resolvieron en aquel momento avisar a Poti.
– ¡Tenía la intuición de que esto acabaría ocurriendo!
Llena de enfado y desesperación, culpó a los maeses de lo acontecido y de no haber sabido escuchar sus consejos. Juntos acordaron descansar e intentarlo de nuevo al día siguiente. Tal vez así tendrían más energía para manejar el Zauber. Acompañaron a Poti a casa y la ayudaron a trasladar hasta allí el cuerpo de Crochets.
Tras irse los maeses, Poti se tumbó en el sofá con la bola de cristal entre las manos y, víctima del agotamiento, cayó en un profundo sueño. Mientras dormía, experimentó la aparición del Dios Ganesha, quien portando en sus manos un mapa, una rama de té, un vaso y una cuchara; anunciaría a la joven la aventura que tendría que llevar a cabo para romper el hechizo.
– Poti, deberás viajar a India y realizar la Ruta de los Cuatro Tés que recorre los parajes de Assam, Darjeeling, Tarei y Nilgiris. En cada uno de estos lugares buscarás las Montañas del Té, distinguibles en el horizonte gracias a los surcos que dibujan en ellas los caminos de cultivo. Subirás siempre a la cima más alta, donde hallarás los templos del té. Allí te ofrecerán un vaso y una cuchara con una bebida concreta que tu amado tendrá que ingerir: en Assam, el té negro con bergamota, en Darjeeling, el té blanco de agujas de plata, en Terai, el té dulce y picante y finalmente en Nilgiris, el té crecido entre eucalipto y ciprés. Cada uno de los brebajes devolverá a Crochets la movilidad de algún miembro de su cuerpo hasta recuperar su control total y así romper el hechizo.
Al despertarse, Poti se dirigió al aeropuerto dispuesta a empezar el periplo que Ganesha había indicado. A su llegada a India se hizo con una carretilla que permitiera transportar el cuerpo de Crochets con facilidad. A través del río Brahmaputra llegó a las tierras verdes de Assam, donde le ofrecieron el té negro con bergamota que hizo que Crochets recuperara la movilidad de las piernas. Viajó luego en tren para acceder a las frescas cumbres de Darjeeling, a los pies del Himalaya, donde gracias al preciado té blanco de agujas de plata, su amado pudo manejar de nuevo los brazos y manos. Descendió entonces a los humedales de Terai y, tras encontrar el gustoso té a la vez dulce y picante, consiguió reanimar el tronco y caderas de Crochets. Sólo quedaba un destino y una parte del cuerpo que deshechizar, la más importante al depender de ella la vista, el oído y el habla. Recorriendo las llamadas montañas azules de Nilgiris obtuvo el último té, dotado de una vitalidad especial por cultivarse junto a los bosques de eucaliptos y cipreses. Con él Crochets experimentó la reanimación de su cabeza y el tan esperado control total del cuerpo.
– ¡Has vuelto!
La felicidad de Poti no tenía cabida. Y esta vez hizo prometer a Crochets que nunca, nunca jamás volvería a jugar a Zauberkraft.
* * *
Este pequeño relato sirvió de base para el diseño de un juego de té en porcelana compuesto por cuatro vasos y cucharas y decorado con los trazados que dibujan los bancales propios de los cultivos de té. Puedes ver las piezas aquí.